martes, 27 de agosto de 2019

Un bajo índice de personas que cuidan a sus familiares dependientes cotizan por ello a la Seguridad Social

Un 6,4%. Este es el aún exiguo porcentaje de cuidadores y cuidadoras de familiares dependientes que cotizan a la Seguridad Social en Aragón a pesar de que desde el pasado 1 de abril el Estado volvió a asumir el pago de las cuotas. Según los datos de finales de junio sobre la gestión del sistema de la dependencia, solo 933 cuidadores/as no profesionales han suscrito hasta ahora el convenio especial para estar afiliados/as. En la Comunidad hay 14.677 personas que reciben una ayuda económica para ser atendidos en su hogar por algún pariente, que en la gran mayoría de los casos suele ser una mujer y en muchos casos ya jubiladas.


La recuperación del pago de las cuotas por el Gobierno central no ha conseguido, ni de lejos, recobrar el nivel de afiliación que había antes de que en 2012 el Ejecutivo de Mariano Rajoy eliminara la cotización de este colectivo. Esto a pesar de que la iniciativa de Pedro Sánchez ha logrado más que triplicar la cifra de cuidadores/as no profesionales que están de alta en la Seguridad Social. De los 259 que había a finales de este año, se ha pasado a los ya mencionados 933 (558 en Zaragoza, 226 en Huesca y 149 en Teruel), lo que supone un incremento de un 260%.

A finales de junio de 2012, en Aragón tenían suscrito un convenio de estas características 3.716 personas: 2.393 en la provincia de Zaragoza, 721 en Teruel y 602 en Huesca, según los datos facilitados por el Ministerio de Trabajo. Este número suponía entonces un 26,14% de los 14.213 ciudadanos/as que tenían concedida una ayuda económica para cuidados en el entorno familiar. La afiliación ha ido cayendo en picado de forma generalizada en toda España en los últimos siete años al tener que asumirla cada uno. En Aragón, descendió a 638 en julio de 2013, a 472 en 2014, a 415 en 2015 a 325 en 2016 y a 285 en 2017.

Cuando recuperó el pago de las cuotas a la Seguridad Social, el Gobierno calculó que podrían beneficiarse un 44% de las prestaciones de cuidadores/as. De ser así, en la Comunidad se rondarían los 6.000 beneficiarios/as, una cifra que está a años luz de la realidad.

Desde el pasado 30 de junio las personas interesadas pueden seguir adhiriéndose al convenio especial, pero tendrá efectos a partir de la fecha de suscripción y no con carácter retroactivo desde el 1 de abril como ha venido ocurriendo hasta ahora. La principal ventaja es que los años dedicados a atender a la persona enferma se integran a la vida laboral y contribuyen a generar derecho a prestaciones como la de la jubilación o la de incapacidad permanente.

Desde el Espacio de Defensa de los Derechos Sociales recuerdan que más de la mitad de estos cuidadores/as son personas ya jubiladas, por lo que no pueden cotizar, y otro gran número de ellos/as compatibilizan esta labor con su trabajo o con una jornada reducida. Además recuerdan la posibilidad de que la información tampoco haya llegado a todos los usuarios y usuarias, ya que debido a la política de protección de datos la Administración no ha podido llevar a cabo una campaña individualizada para dar a conocer las novedades.


Fuente: www.heraldo.es
Fotografía: www.europapress.es

miércoles, 21 de agosto de 2019

Por cada 1% que crece el gasto en servicios sociales: el empleo aumenta en un 0,62% y el PIB en un 1,46%

El estudio de Impacto económico del Sistema de Servicios Sociales ha concluido que por cada millón que invierte el Gobierno de Aragón en servicios sociales se generan 22,87 empleos. Además, la magnitud que está adquiriendo el empleo y la producción del sector de servicios sociales le señalan como uno de los de mayor impacto en Aragón desde el punto de vista de puestos de trabajo.

El informe, encargado por el Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) a ESI (Economic Strategies and Initiatives), fue presentado en mayo del presente año ante los miembros de la Mesa de Diálogo Social.

En él se analizan múltiples indicadores económicos entre los que destacan los relativos al empleo y, en este apartado, el informe concluye que el sector ha pasado de dar trabajo a 6000 personas en el año 2000 a 18.000 en el 2017, el triple.

El dato más reciente en este área se refiere al periodo comprendido entre 2015 y 2017, en el que se crearon 2000 puestos de trabajo.

En relación con el PIB, el gasto en servicios sociales ha pasado de representar el 0,6% en el 2002 al 0,98% en el 2017, con un pico de porcentaje que llegó al 1,06% en el 2010. Por tanto, la subida es del 63%.


IMPACTO DEL GASTO

En lo que se refiere al gasto en el marco del presupuesto del Gobierno de Aragón en esta materia, se ha pasado de representar un 4,65% en el 2012 a ser el 6,34% en el 2017.

Sobre ese impacto del gasto en servicios sociales, el estudio determina que por cada 1% que crece el gasto en servicios sociales el empleo aumenta en un 0,62%; el PIB lo hace en un 1,46% y la facturación un 1,44%.

Asimismo, se señala que el impacto de la partida destinada a servicios sociales del Gobierno de Aragón provoca 972 millones en producción, 401 millones en renta y 10.000 empleos. También se habla de retorno de ese gasto. De hecho, el documento apunta que por cada euro gastado en servicios sociales, Aragón ingresa en impuestos autonómicos 0,23 euros.

Respecto los efectos de la crisis económica, el sector «se vio afectado como el resto, pero de forma diferente», se precisa. «Su evolución fue claramente más favorable que la media de la economía aragonesa y ha destacado por un claro diferencial positivo en la rentabilidad por la fortaleza de la demanda», apunta el informe. «En menor medida también ha mejorado la productividad que en los años estudiados se ha multiplicado por cuatro», dice.


Fuente: www.elperiodicodearagon.com
Fotografía: gesad.trevenque.es

martes, 13 de agosto de 2019

Lectura de verano: El héroe de la habitación 36

En una residencia de ancianos coinciden Laura y Antonio. Ella, de 23 años, comienza en el sindicalismo. Él es sindicalista desde antes de la guerra.


Laura suspira mientras camina por el pasillo de la residencia de ancianos de La Verneda, en Barcelona. Es marzo de 1996 y hoy hace dos meses que empezó a trabajar. Cuidar es su vocación y le gusta ser auxiliar de geriatría. Pero está empezando a estar hasta el gorro de los viejitos. Viejitos, con o. Con las viejitas no tiene problema. Pero los viejitos… Tienen 80 o 90 años, pero por lo salidos que están parecen adolescentes. Todos los días, cada vez que entra en una habitación, el anciano de turno le hace algún comentario fuera de lugar, o se tiran un buen rato mirando ciertas partes de su autonomía. “Y menos mal que llevo esta bata tan antierótica”. Sus compañeras ya se lo avisaron al entrar. Le dijeron que al principio es molesto y agobiante, y que en su caso iba a ser peor porque no es que todos los días vean morenas despampanantes de 23 años. Ella se sonrojó por el calificativo, “morena despampanante”. También le dijeron que no se preocupara, que en unos meses se aburrirían y dejarían de hacerlo. “A ver si es verdad”.

Para ser sincera, no todos los viejitos la miran como si fuera un trozo de carne. Una de las excepciones es don Antonio, el viejecito de la habitación 36, hacia la que se dirige en este momento. La trata con gran consideración y, mientras que en otras habitaciones trabaja a toda prisa para poder salir cuanto antes, en la 36 siempre lo hace tranquilamente, mientras mantiene una breve conversación con ese señor tan agradable. Un día le preguntó por qué él no era como los demás, y él le dijo que suponía que esas miradas y comentarios la molestaban y que no tenía necesidad de morir como un viejo verde. Por desgracia, parece que don Antonio no podrá estar mucho tiempo más allí. Su salud se deteriora por momentos, y cada día que pasa los problemas respiratorios se hacen cada vez más patentes.

“Buenos días, Anto…”. Pero no puede acabar la frase, ni abrir la puerta, porque un joven con gafas le corta el paso en la entrada de la habitación mientras le hace el gesto de permanecer callada. Laura mira hacia dentro y ve que otro joven está grabando con una cámara a Antonio, quien está hablando sentado en su silla. Laura comunica por gestos que volverá más tarde, intrigada por el interés que puedan tener las declaraciones del viejo.

Regresa dos horas después, y entra tras comprobar que los visitantes ya se han marchado.
—Antonio, no sabía que eras famoso —le dice con retintín.
—Y afortunadamente no lo soy —responde con sorna Antonio, con las palabras entrecortadas por los esfuerzos respiratorios.
—¿Quiénes eran esos chicos? ¿O es secreto?
—No, es que están haciendo un documental. Lo quieren llamar General sin dios ni amo.
—Vaya, ¿y por qué hablan contigo? —pregunta Laura sin entender lo más mínimo.
—Parece ser que yo soy el protagonista.
—No sabía que eras militar.
— ¡Y no lo soy ni quise serlo! —eleva la voz Antonio con indignación.
—Mira Antonio, no me estoy enterando de nada, ¿qué tal si esta tarde me quedo un rato y me cuentas de qué va todo esto?

Al viejo le parece bien, aunque le advierte que un rato no va a ser suficiente. Intrigada, Laura continúa su jornada en el resto de habitaciones. Cuando llega la hora de salida, pasa por el despacho del director de la residencia y le pide permiso para quedarse un rato más con Antonio Ortiz, el usuario de la número 36. “Tú misma, pero no esperes que te paguemos por escuchar batallitas”. Laura está a punto de responderle que ni siquiera le pagan las horas extra cuando la obligan a trabajar de más, pero decide que no merece la pena.

Está interesada, así que nada más verle se sienta al pie de la cama y le suelta que qué es eso de que era general sin querer. “Yo soy carpintero, un obrero, no un asesino profesional. Pero en la guerra no me quedó más remedio que pelear. No fui general, pero sí mayor de milicias, jefe de una columna”. Laura le pregunta cómo llegó a serlo siendo carpintero, y Antonio le da a elegir: ¿versión corta o larga? “Larga, y si no da tiempo hoy ya acabamos otro día”.

El viejo, con su lenta cadencia de voz, empieza por el principio y, poco a poco, va envolviendo a Laura en el relato. Le cuenta su infancia aquí al lado, en el barrio de Poblenou, una infancia difícil en la que apenas asistió a la escuela porque tuvo que ponerse a trabajar con 11 años, como aprendiz de carpintero. Le explica que era algo común, por raro que parezca ahora. También era común afiliarse a un sindicato. Con 14, él entró en el Sindicato de la Construcción. Laura le señala que ella se acaba de afiliar a uno, porque le han contado que el año pasado consiguieron un pequeño aumento salarial. “Eso es lo que decía Durruti de cuatro duros que se come la inflación”, le contesta Antonio. Laura no le entiende y él le explica cómo funcionaba su sindicato, le explica que tenían reivindicaciones pero eran fuertes y las defendían con determinación, y que en todo caso era algo transitorio de cara al verdadero objetivo, una sociedad dirigida por los trabajadores. Le habla de los asesinatos a compañeros y amigos, de las huelgas, de la República, de su grupo de afinidad (se llamaba “Nosotros”)… “Y entonces llegó la guerra, pero como estoy cansado mejor la dejamos para otro día”. Laura, tras hora y media de escucha atenta, coge el autobús para casa, deseosa de seguir escuchando la historia del general sin dios ni amo.

Durante varias tardes en las que no tiene ninguna obligación tras su jornada, Laura se sienta en la habitación 36 de la residencia geriátrica a escuchar la historia de Antonio Ortiz, a quien consideraba un viejecito agradable, pero ha resultado ser toda una caja de sorpresas, con una vida cien veces más interesante que la de cualquier persona que ella conozca. A veces interrumpe su narración porque sospecha que está inventándose o exagerando ciertas cosas, a lo mejor no deliberadamente pero sí como resultado de la edad. Antonio le da detalles y hasta le enseña recortes de prensa y fotografías. No hay trampa ni cartón.

Así, Ortiz va desgranando los diferentes episodios de su vida. Su espectacular juventud en los sindicatos de la CNT y los grupos de acción anarquistas parece poca cosa comparado con lo que viene después. Fueron ellos quienes pararon el golpe militar en Barcelona gracias a su preparación en los comités de defensa sindicales que llevaban años organizando insurrecciones, lo cual, le explica, fue fundamental para que el fascismo no triunfara rápidamente. Después se marchó al frente, encabezando la Columna Sur-Ebro o “Columna Ortiz”, con alrededor de un millar de combatientes.

— ¿Llevaba tu nombre?
— Mucha gente la llamaba así, aunque a mí nunca me gustó.
— Pero si no eras militar, ¿por qué la dirigías?
— Así eran muchas columnas, los obreros las dirigíamos. Para que veas, yo soy carpintero y la nuestra fue una de las pocas que consiguió avanzar en el territorio: tomamos Caspe, Alcañiz…

Los cenetistas no peleaban simplemente para salvar la República frente a la dictadura, sino para construir el comunismo libertario.Pone el ejemplo de su zona de combate, Aragón, donde la revolución fue más profunda, colectivizando industrias y campos y sustituyendo lo que Antonio llama “el gobierno burgués” por un “consejo regional de defensa” que presidía su buen amigo Joaquín Ascaso. Ortiz es muy crítico con muchos de sus compañeros y compañeras con cargo de responsabilidad. En su opinión, eran buenos sindicalistas, pero fracasaron como políticos y los políticos profesionales les arrasaron. Ascaso fue destituido tras una acusación de robo y él perdió el mando de su columna.

— El general Pozas, uno de los que habían liquidado la revolución en Aragón, dijo que yo era “poco cooperativo”. Llegó un momento que hasta temí por mi vida. Ascaso, yo y unos cuantos más huimos a Francia en el verano del 38.
— ¿Y cuándo pudiste volver a España?
— ¡Anda que no queda para eso! De momento, acabé en un campo de concentración francés.

Laura pensaba que los campos eran patrimonio de los nazis, pero Ortiz le relata las penurias de los de Saint-Cyprien y Vernet, donde les trataron “peor que a perros”. Tras la invasión hitleriana de Francia, fue deportado a Argelia para trabajar en el ferrocarril, lo que resultó una suerte, ya que miles de prisioneros de Vernet serían posteriormente llevados a campos de exterminio. Recuperó la libertad tras el desembarco aliado en el norte de África y se enroló en el Ejército francés en 1942.

—Los franceses por fin empezaron a valorar a los españoles, por nuestra experiencia y motivación.

Desde luego su motivación le queda clara a Laura, mientras el viejo sigue contando sus avatares en la primera línea de las fuerzas aliadas. Le cuenta la toma de Aix-en-Provence, Lyon, Belfort y su entrada en Alemania, conquistando Karlsruhe y Pforzheim, donde fue herido y evacuado. Cuenta que le dieron un montón de distinciones y le ascendieron a sargento, aunque eso le importa “un bledo”. Con su viejo amigo ‘El Valencia’, montó una serrería en Francia.

— Después de tanta guerra y violencia, es normal que quisieras algo de paz.
— ¿Paz? —Ortiz ríe—, ¡Franco seguía en España!

Eso significaba que él y sus amigos aún no estaban en paz. Querían jugar su última carta. Había que matar a Franco, quien el 12 de septiembre sería el espectador de lujo de una regata en la playa de la Concha de Donostia. El plan consistía en que un piloto, Ortiz y, cómo no, su inseparable ‘El Valencia’, descargarían sobre él un buen número de bombas de la II Guerra Mundial. Así, la avioneta adquirida por el falsificador anarquista Laureano Cerrada hacía acto de presencia esa mañana soleada de septiembre sobre la playa donostiarra.

— Por desgracia, unos cazas nos salieron al paso y tuvimos que dar media vuelta.
— ¡Antonio, casi matas a Franco!
— Casi, por un minuto, y luego tendríamos que haber tenido puntería.

Antonio le propone que dejen el final de la historia para mañana, porque de todas maneras sus 30 años de carpintero en Venezuela y su regreso a Barcelona no son tan emocionantes. Laura le da un abrazo y Antonio nota su emoción.

— Tampoco es para tanto. Perdí casi siempre.
— Pero la dignidad no la perdiste.

Antes de cerrar la puerta, Laura mira de reojo al interior de la habitación y ve que Antonio mira fijamente por la ventana. En su rostro ve resbalar una lágrima.

El día siguiente, 2 de abril de 1996, al llegar a la habitación de Antonio, Laura descubre que está vacía. “Habrá salido a dar un paseo”, se dice a sí misma. Pero se teme que haya llegado el día y por si acaso se acerca al despacho del director de la residencia. Para quedarse tranquila.

— Antonio Ortiz falleció esta madrugada mientras dormía. Lo siento, Laura, sé que habíais hecho buenas migas. Era un señor muy simpático.
— Era un héroe. El héroe de la habitación 36.


Fuente: www.elsaltodiario.com
Fotografía: CNT

lunes, 5 de agosto de 2019

La CEOE intenta presionar a los médicos y médicas de familia para reducir el número de bajas laborales

La patronal se plantea organizar charlas y sesiones informativas con profesionales de la medicina familiar para darles a conocer los costes económicos que tienen las bajas por gripe, constipado, migrañas o depresión.


La patronal pretende presionar a los médicos de familia para reducir el número de bajas por enfermedades "comunes" y "de corta duración". Así lo recoge un documento interno de la CEOE en el que se apuesta por  "fortalecer la sensibilización" de los profesionales mediante reuniones y jornadas informativas que les permitan conocer el impacto económico de las bajas. 

De esta forma, la CEOE quiere influir en las decisiones de los profesionales de la medicina para limitar la concesión de bajas laborales por enfermedades como gripes, migrañas, accidentes caseros o, incluso, depresiones, tal y como informa el medio económico Expansión. Unas afecciones comunes que, según las estimaciones de la patronal, generan un coste de 7.000 millones para las empresas españolas. 

Pero este no es el único plan de actuación que tiene en mente la CEOE, ya que esperan pedir al nuevo Gobierno que revise la normativa que permite a los médicos unificar en un solo acto la baja y el alta de menos de cinco días. 

Asimismo, en un intento de recortar los derechos laborales, la patronal pretende, según cita Expansión, "eliminar la obligación empresarial del pago de la prestación de incapacidad temporal derivada de enfermedades comunes desde el cuarto hasta el décimo quinto día de la baja".

El derecho a huelga también parece estar en entredicho para la CEOE. Tanto es así, que reclamarán al nuevo Ejecutivo una ley que limite el escenario de actuación de los piquetes informativos organizados por los sindicatos. Según la patronal, esta medida es necesaria para garantizar la "seguridad de las personas, bienes y servicios". 


Fuente: www.publico.es
Fotografía: www.azarplus.com